Primera Semana de Cuaresma:
Lecturas de hoy 21 de febrero 2024.
Primera lectura de hoy de la profecía de ‘Jonás 3, 1-10’.
En esos días, volvió el Señor a hablar a Jonás y le dijo: ‘Levántate y ve a la capital de Nínive, a proclamar el mensaje que te dicho. Entonces Jonás se levantó y fue a Nínive, como el Señor le había ordenado. Nínive es una ciudad grande: se necesitan tres días para explorarla. Jonás pasó por la ciudad en un día y anunció: “Dentro de cuarenta días Nínive será destruida”.
Entonces los habitantes de Nínive creyeron en Dios, y Él les ordenó que ayunaran y se vistieran de cilicio, tanto a los jóvenes como a los mayores. A oídos del rey de Nínive a llegado la noticia, quien de su trono se levantó, se despojo el manto, se vistió de cilicio funerario, y entonces se postro sobre las cenizas y ordenó en su nombre y en el de sus ministros que se dictara el siguiente decreto.
Se publicará en Nínive: “Hombres y bestias, vacas y ovejas, no comerán nada, ni pacerán ni beberán agua; que cada uno se vista de cilicio y clame a Dios, que cada uno se arrepienta de su mala vida y deje de cometer injusticia. . Quién sabe, tal vez Dios se arrepienta, nos perdone y apague su ira para que no muramos. Cuando Dios vio sus acciones y cómo abandonaron sus vidas pecaminosas, cambió de opinión y no les infligió el castigo que había decidido infligirles.
Salmo responsorial de hoy 50, 3-4. 12-13. 18-19. Un corazón humillado y quebrantado, oh, Dios mío, tú no lo desprecias.
Misericordia, Dios mío, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado.
Un corazón humillado y quebrantado, oh, Dios mío, tú no lo desprecias.
Crea en mí oh, Dios, un corazón limpio,
renuévame por dentro con espíritu firme.
No me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu.
Un corazón humillado y quebrantado, oh, Dios mío, tú no lo desprecias.
Los sacrificios no te satisfacen:
si un holocausto te ofreciera, no lo querrías.
El sacrificio agradable a Dios
es un espíritu quebrantado;
un corazón quebrantado y humillado,
tú, oh, Dios, tú no lo desprecias.
Evangelio de hoy:
Lectura del santo evangelio según san ‘Lucas 11, 29-32’.
En aquel tiempo, la multitud se reunió alrededor de Jesús y comenzó a decirles: “La gente de este mundo es gente mala. Pidieron una señal, pero no hubo señal para ellos excepto la señal de Jonás. Porque así como Jonás fue una señal para el pueblo de Nínive, así lo será el Hijo del Hombre para el pueblo de este siglo.
Cuando los pueblos de esta era sean juzgados, la Reina del Sur se levantará en el Día del Juicio para juzgarlos, porque ella vino desde los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y ésta es mayor que Salomón. “Cuando el pueblo de este tiempo sea juzgado, el pueblo de Nínive se levantará en el Día del Juicio para condenarlos, porque fueron guiados por la predicación de Jonás, y ésta es mayor que Jonás”.
Reflexión del evangelio de san Lucas 11, 29-32:
El pasaje del evangelio de Lucas 11, 29-32 nos presenta una reflexión profunda sobre la búsqueda de señales y la importancia de la sabiduría y la conversión. En primer lugar, Jesús critica a aquellos que buscan constantemente señales milagrosas. En lugar de buscar señales externas, Jesús nos invita a buscar la señal de Jonás, una metáfora de la resurrección y la transformación interna. La verdadera señal no es un milagro espectacular, sino el cambio de corazón y la conversión que viene de escuchar la palabra de Dios.
En segundo lugar, Jesús menciona a la reina del sur y a los hombres de Nínive. Ambos son ejemplos de personas que reconocieron la sabiduría y la verdad cuando la escucharon y respondieron con conversión. La reina del sur viajó desde lejos para escuchar la sabiduría de Salomón, y los hombres de Nínive se convirtieron al escuchar la predicación de Jonás.
Finalmente, Jesús se presenta a sí mismo como “uno que es más que Salomón” y “uno que es más que Jonás”. Esto es una afirmación de que en Jesús se encuentra la máxima sabiduría y la última llamada a la conversión.
En resumen, este pasaje nos invita a buscar la verdadera señal de la conversión interna, a valorar la sabiduría de la palabra de Dios y a reconocer en Jesús la máxima expresión de esta sabiduría y llamado a la conversión. No necesitamos señales espectaculares, sino corazones abiertos a la transformación que viene de Dios.