Homilía La Santísima Trinidad:
Lecturas de hoy 26 de mayo 2024.
Primera lectura de hoy del Libro del ‘Deuteronomio 4, 32-34. 39-40’.
En aquellos días Moisés dijo al pueblo: “Preguntad acerca de los días antiguos y averiguad desde el día en que Dios creó al hombre en la tierra. ¿Había algo tan grande de un extremo al otro del cielo? ¿Has escuchado algo similar? ¿Qué escuchó el pueblo y lo que Dios les dijo acerca del infierno no perecerá como ustedes escucharon? ¿Qué Dios ha hallado una ciudad en medio de otra, mediante pruebas, milagros y guerras, con mano fuerte y brazo fuerte?
¿Hay cosas tan grandes como las que el Señor tu Dios hizo por ti en Egipto ante tus ojos? Por eso, hoy debéis daros cuenta y grabar en vuestros corazones que Dios es el Señor del cielo y de la tierra y no hay nadie más. Y guardad sus estatutos y sus mandamientos que yo os mando hoy, para que vosotros y vuestra descendencia permanezcais en la tierra que Jehová vuestro Dios os da a vosotros, vuestros hermanos, para siempre.
Salmo responsorial de hoy. 32, 4-5. 6 y 9. 18-19. 20 y 22. Dichoso el pueblo que el Señor se eligió con heredad.
La palabra del Señor es sincera,
y todas sus acciones son leales;
él ama la justicia y el derecho,
y su misericordia llena la tierra.
Dichoso el pueblo que el Señor se eligió con heredad.
La palabra del Señor hizo el cielo;
el aliento de su boca, sus ejércitos,
porque él lo dijo, y existió,
él lo mandó, y surgió.
Dichoso el pueblo que el Señor se eligió con heredad.
La mirada del Señor están sobre sus fieles,
en los que esperan en su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte
y reanimarlos en tiempo de hambre.
Dichoso el pueblo que el Señor se eligió con heredad.
Nosotros aguardamos al Señor:
él es nuestro auxilio y escudo;
que tu misericordia, Señor,
venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.
Segunda lectura de hoy de la carta del apóstol san Pablo a los ‘Romanos 8, 14-17’.
Hermanos: Los que permiten ser guiados por el Espíritu de Dios, ellos son hijos de Dios. No han recibido vosotros un espíritu de esclavos, que los haga tener miedo de nuevo, ‘sino un espíritu de hijos’, en virtud del cual podemos nombrar Padre a Dios. El mismo Espíritu Santo, y a una con nuestro mismo espíritu, brinda testimonio de que en verdad somos hijos de Dios. Y si en verdad somos hijos, entonces también herederos de Dios y con Cristo coherederos, puesto que hemos sufrimos junto a él para ser glorificados junto con él.
Evangelio de hoy:
Lectura del santo Evangelio según San ‘Mateo 28, 16-20’.
En aquel tiempo los once discípulos fueron a Galilea y fueron al monte donde Jesús los llamó. Cuando vieron a Jesús, cayeron, aunque algunos dudaron. Entonces Jesús se aproximó a ellos y dijo: A mí me ha sido otorgado todo poder en la tierra y en el cielo. Id, pues, y haced discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a hacer todo lo que os he mandado. Y sepan que siempre estaré con ustedes hasta el fin de los tiempos.
Reflexión sobre el Evangelio de Mateo 28, 16-20: La Gran Comisión.
Encuentro y Duda en Galilea
En este pasaje del Evangelio de Mateo, los once discípulos obedecen la instrucción de Jesús y se dirigen a Galilea. Este viaje es significativo, ya que Galilea es un lugar de origen y familiaridad para muchos de ellos, simbolizando un retorno a las raíces de su fe. Al ver a Jesús, su reacción inmediata es la adoración, aunque algunos muestran dudas. Esta mezcla de fe y duda es una representación auténtica de la experiencia humana frente a lo divino. La duda no es un obstáculo para el encuentro con Cristo, sino una parte natural del camino de la fe.
La Autoridad de Jesús y la Misión Universal
Jesús se acerca a sus discípulos y les declara: “Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra”. Esta afirmación es la base de la autoridad con la que Jesús envía a sus discípulos al mundo. La misión que les encomienda es clara y expansiva: “Vayan, pues, y enseñen a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”. Esta instrucción define la misión universal de la Iglesia, llamando a todos los seguidores de Cristo a compartir el Evangelio sin fronteras.
Presencia Permanente de Cristo
La promesa final de Jesús, “yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo”, es un mensaje de consuelo y esperanza. No importa las dificultades o desafíos que enfrenten, los discípulos y todos los creyentes pueden confiar en la presencia continua de Cristo. Esta seguridad divina fortalece y motiva a la comunidad cristiana a perseverar en su misión evangelizadora.
Relevancia Actual
Este pasaje sigue siendo profundamente relevante hoy. Nos recuerda que, como discípulos modernos, estamos llamados a difundir el mensaje de Cristo y a vivir conforme a sus enseñanzas. La duda que sentimos no debe detenernos, ya que la autoridad de Jesús y su promesa de estar con nosotros nos dan la fortaleza necesaria para cumplir con nuestra misión.