Quinta semana de homilía de la Pascua:
Lecturas de hoy 28 de abril 2024.
Primera lectura de hoy del libro de los Hechos de los ‘apóstoles 9, 26-31’.
En esos días, Pablo regresó de la ciudad de Jerusalén, trató de unirse a los discípulos, inconveniente todos le tenían sobresalto, porque no creían que se hubiera convertido en alumno. Entonces a los apóstoles, Bernabé se lo presentó. Entonces Saulo les narro cómo es que había mirado al Señor en el camino, lo que le había contado y cómo es que en la ciudad de Damasco había predicado, con gran valentía, en el nombre de Jesús.
Desde entonces, vivió con ellos en Jerusalén, iba y venía, predicando sinceramente en el fama del Señor, hablaba y discutía con los judíos de variedad griega y éstos intentaban matarlo. Al enterarse de esto, los hermanos condujeron a Pablo a Cesarea y lo despacharon a Jarrete. En aquellos días, las comunidades cristianas gozaban de armonía en toda Judea, Galilea y Samaria, con lo cual se iban consolidando, progresaban en la fidelidad a Divinidad y se multiplicaban, animadas por el Alma Figura.
Salmo responsorial de hoy. 21, 26b-27. 28 y 30. 31-32. En la gran asamblea, mi alabanza es el Señor.
Cumpliré mis votos delante de sus fieles.
Los desvalidos comerán hasta saciarse,
alabarán al Señor los que lo buscan:
viva su corazón por siempre.
En la gran asamblea, mi alabanza es el Señor.
Lo recordarán y volverán al Señor
hasta de los confines del orbe;
en su presencia se postrarán
las familias de los pueblos.
Se postrarán las cenizas de la tumba, ante él,
se inclinarán ante él, los que bajan al polvo.
En la gran asamblea, mi alabanza es el Señor.
Para él me hará vivir, mi descendencia le servirá,
hablarán del Señor a la generación futura,
contarán su justicia al pueblo que ha de nacer:
todo lo que hizo el Señor.
Segunda lectura de hoy de la primera carta del Apóstol San ‘Juan 3, 18-24’.
Hijos míos No amemos exclusivamente de palabra, amemos de realidad y con las obras. En esto conoceremos que somos de la justificación y antes de Padre tranquilizaremos nuestra recato de cualquiera objeto que ella nos reprochare, porque Dios es más desmedido que nuestra percepción y íntegro lo conoce. Si en nuestra conciencia no nos remuerde, entonces, hermanos míos, nuestra creencia en Dios es absoluto.
Cometido que cumplimos los mandamientos de Dios y hacemos lo que a él le agrada, efectivamente obtendremos de él completamente lo que le pidamos. En bien, éste es su mandamiento que creamos en la individuo de Jesucristo, su Hijo, y nos amemos los unos a los otros, acorde al precepto que el nos dio. Quien cumple sus mandamientos permanece en el Señor y el Señor en él. En esto conocemos, por el Sustancia que él nos ha legado, que él permanece en nosotros.
Evangelio de hoy:
Lectura del santo evangelio según san ‘Juan 15, 1-8’.
En ese tiempo, les dijo Jesús a sus discípulos: ‘Yo soy la verdadera vid’, ‘y mi Padre es el que cuida la viña’. Todo sarmiento que no produce fruto en mí, mi Padre lo corta; pero aquellos que sí lo dan, él los poda para que produzcan aún más. Vosotros ya están purificados gracias a las palabras que les he hablado. Permanezcan en mí, y yo permaneceré en ustedes. Así como el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo si no está unido a la vid, ustedes tampoco pueden dar fruto si no permanecen en mí.
Yo soy la vid, ustedes son los sarmientos. Quien permanece en mí, y yo en él, producirá mucho fruto, porque sin mí no pueden hacer nada. Pero quien no permanece en mí es separado, como el sarmiento, y se seca; luego lo recogen, lo echan al fuego y se quema. Si permanecen en mí, y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que deseen, y se les concederá. La gloria de mi Padre radica en que produzcan abundante fruto, demostrando así que son mis discípulos”.
Reflexión del evangelio sobre Juan 15, 1-8:
En este pasaje del Evangelio según San Juan, Jesús utiliza una metáfora poderosa: Él es la verdadera vid y nosotros, sus discípulos, somos los sarmientos. Esta imagen nos revela la profunda conexión que debemos tener con Él para dar frutos verdaderos en nuestras vidas.
Al decir que su Padre es el viñador, Jesús nos muestra que Dios cuida de nosotros con amor y atención, como un agricultor cuida de sus plantas. Nos purifica, nos poda y nos prepara para dar frutos abundantes.
La clave para dar frutos está en permanecer en Jesús. Así como un sarmiento no puede dar fruto por sí mismo si no está unido a la vid, nosotros tampoco podemos dar frutos verdaderos si no permanecemos unidos a Cristo. Esta unión íntima con Él nos llena de vida y nos capacita para hacer su voluntad.
Sin embargo, Jesús nos advierte que si no permanecemos en Él, seremos como sarmientos estériles que son cortados y arrojados al fuego. Esta imagen nos recuerda la importancia de mantenernos fieles a su enseñanza y seguir su camino.
Por otro lado, Jesús nos asegura que si permanecemos en Él y sus palabras permanecen en nosotros, podemos pedir lo que queramos y se nos concederá. Esta promesa nos invita a confiar en su poder y a buscar en todo momento su voluntad.
Finalmente, Jesús revela cuál es la gloria del Padre: que demos mucho fruto y nos manifestemos como verdaderos discípulos suyos. Nuestra vida cristiana está llamada a ser fecunda, reflejando el amor y la gracia de Dios en todo lo que hacemos.
En resumen, este pasaje nos anima a cultivar una profunda relación con Jesús, permaneciendo unidos a Él para dar frutos que perduren y glorifiquen al Padre. Es un llamado a vivir una vida de fe auténtica y comprometida, dejando que su amor transforme nuestras vidas y las de aquellos que nos rodean.