Lectura del santo evangelio de hoy según san Mateo 5: 20-26. En aquel momento Jesús dijo a sus discípulos: De cierto os digo, que si vuestra justicia no excediere a la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.
Habéis oído el viejo dicho: No mates, pero el que mate será juzgado. Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano será juzgado; El que ofenda a su hermano recibirá la pena más alta, y el que lo deje será condenado al fuego.
Entonces, si vas a hacer una ofrenda en el altar e inmediatamente te acuerdas de que tu hermano te está acusando, deja tu ofrenda junto al altar y primero reconcíliate con tu hermano y luego regresa para recibir la ofrenda de su objeto. Juicio. Haz las paces con tu pareja en cuanto viajes con él; Entonces te entregarán al magistrado y a la policía, y te meterán en la cárcel. Te aseguro que no saldrás hasta que pagues tu último centavo. Palabra de Dios..
Reflexion del evangelio de hoy san Mateo 5: 20-26
Las Escrituras de este pasaje hablan del dolor de los pobres mas necesitados y oprimidos, que Dios conoce y comparte. Pero el hambre y la sed de justicia de las que habla Jesucristo es aún más profunda que la legítima necesidad de justicia humana que toda persona lleva en el corazón. Esta es la justicia que viene de Dios ( pasaje de Cor 1,30). S. Agustín dijo: “Señor, nos hiciste para lo que somos, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti”.
Hay una sed interior, un hambre interior, una angustia… Por eso la Iglesia es enviada a anunciar la Palabra de Dios, fecundada por el Espíritu Santo, a todos los hombres. Porque el evangelio de Jesucristo es la justicia más grande que se puede dar al corazón de la humanidad, que tiene una necesidad vital de él, aunque no lo sepan. Que Dios nos conceda esta gracia: el deseo de justicia, precisamente el deseo de encontrarlo, de ver a Dios y de hacer el bien a los demás.
Comentarios del evangelio de san Mateo 5: 20-26
En este pasaje, vemos cómo se explica el primer mandamiento en toda su profundidad. Como se mencionó anteriormente, aquí es donde realmente entendemos lo que significa amar a Dios con todo lo que tenemos. Esto es algo que se pondrá a prueba a lo largo de nuestra vida. ¿Hasta qué punto amamos a Dios con las cosas que hacemos? Es fácil decir que uno ama a Dios cuando se siente bien y está rodeado de otros que lo hacen sentir bien.
¿Pero cuánto de nuestro amor por Dios es realmente real? Nuestras acciones siempre hablarán más fuerte que nuestras palabras, por lo que esta es una prueba que cada uno de nosotros debe enfrentar una y otra vez a lo largo de nuestra vida. Esta prueba se llama el “primer mandamiento” porque es lo primero que se nos dice sobre el amor a Dios. Aquí hay algunos puntos sobre por qué debes obedecer este mandamiento:
Cuando amamos a Dios, obedecemos sus mandatos, incluso los más difíciles.
A lo largo del Antiguo Testamento, a menudo se hace referencia a Dios como “el Señor”, que significa “el Maestro”. Lo vemos también en el Nuevo Testamento, donde Jesús se llama a sí mismo “siervo de Dios”, y Pablo se llama a sí mismo “esclavo de Cristo”. Los mandatos del Señor no son sólo peticiones; son parte esencial de la creación y la salvación de todo el universo. Por eso, cuando amamos a Dios, obedecemos sus mandatos, no sólo por el bien de nosotros mismos, sino por el bien de los demás y por el bien del mundo entero.
Cuanto más amemos a Dios, más querremos obedecerle. De hecho, cuando amamos a Dios, nos sentimos naturalmente atraídos a obedecer todos sus mandatos. Cuando amamos de verdad a alguien, naturalmente queremos servirle. Por eso el segundo mandamiento es: “No tendrás otros dioses fuera de mí”. Como ves, Dios es el único que nos satisface plenamente. Por eso, para amar a Dios, debemos obedecerle, y esto significa renunciar a todo lo que pueda distraernos de él. El segundo mandamiento es una forma de proteger nuestro corazón para que podamos servir a Dios sin que nos distraigan los ídolos.
La importancia de la obediencia
Aunque pueda parecer que podemos pasar sin obedecer a Dios, la verdad es que seremos castigados por ello. La Biblia dice que “el desobediente será castigado por el Señor, y el traidor será castigado por sus propias manos”. Por eso la desobediencia se llama “pecado”, que significa “errar el tiro”. Desobedecer a Dios es actuar como si no existiera. Esto significa que no conocemos su verdadera naturaleza, ni sus verdaderos planes, ni cómo utilizar nuestro libre albedrío de forma adecuada. Así que, como hemos visto, la obediencia es una de las cosas más importantes que podemos hacer con nuestro libre albedrío. Es el fundamento de todas las cosas buenas. Y sólo cuando obedecemos a Dios podemos amarlo verdadera y profundamente.
El amor a Dios es la raíz de todas las cosas buenas
Esta es una de las cosas más importantes que aprenderás de este pasaje. El primer mandamiento es cuando Dios nos dice que debemos amarlo. Pero el segundo mandamiento es cuando Dios nos dice por qué debemos amarlo. Es algo tan profundo, tan convincente, que una vez que lo entendemos, nunca seremos los mismos. Y, por supuesto, la verdad es que nunca podremos volver a ser los mismos. Una vez que comprendamos la naturaleza profunda y omnipresente del verdadero amor, nunca estaremos satisfechos con nada menos. El amor es la raíz de todas las cosas, la fuente de todas las cosas buenas. Es el vínculo entre la creación y el creador, y el vínculo entre nosotros y Dios.
Conclusión
Así es como nos parecemos más a Dios. No cambiando nuestro corazón, sino cambiando nuestro entendimiento. El primer mandamiento es cuando se nos dice que amemos a Dios con todo lo que hay en nosotros, pero el segundo mandamiento es cuando se nos dice por qué debemos amarlo y cómo podemos mostrarle nuestro amor. En este pasaje, vemos que la mejor manera de mostrar nuestro amor a Dios es amando a los demás. No estamos aquí para complacernos a nosotros mismos, sino para amar a los demás y ayudarlos.
Cuando ayudamos a los demás, no tratamos de obtener algo a cambio, sino simplemente de mostrar que nos preocupamos por ellos. Esta es la raíz del amor, y cuando se parte de ahí, todo lo bueno viene de ahí. Por supuesto, esto no significa que nunca tengamos problemas para amar a los demás. Todos somos imperfectos, y todos tendremos nuestros momentos en los que no podamos mostrar amor a los demás. Pero cuando estamos en el camino de amar a Dios, encontraremos que amar a los demás no es tan difícil como parece. Es simplemente una forma de crecer más en el amor a Dios, y no una señal de que no somos tan amorosos como deberíamos.