Santa Catalina nos enseña que Dios nos ha dado talentos especiales para hacer cosas maravillosas. Nos invita a descubrirlos y usarlos con amor al servicio de la Iglesia y los demás.
Soy Catalina de Siena, nací en Siena, Italia.
Cuando tenía solo seis años, tuve una visión de Cristo sentado en un trono, rodeado de santos. ¡Desde entonces hice la promesa de vivir al servicio de Jesús!
Aunque mis padres tenían otros planes para mí, ¡yo deseaba ser religiosa y vivir mi promesa!
A los 15 años, ingresé a las Mantellate, laicas dominicas conocidas como las “Hermanas de la Penitencia de Santo Domingo”. Allí llevé una vida de oración, dedicada a atender a pobres y enfermos.
Tras numerosas visiones de Jesús, sin educación ni posición social, enfrenté difamaciones y calumnias. ¡Pero Dios, que siempre elige a los humildes para grandes tareas, me llamó a evangelizar! Con esfuerzo, aprendí a leer y escribir, convirtiéndome en consejera de religiosos, nobles y laicos, quienes me llamaban “Maestra espiritual”.
Siempre los animaba diciendo: “No se conformen con las pequeñas cosas. Dios las quiere grandes”. ¡Sean lo que están llamados a ser y enciendan el fuego de su amor en todo lo que hagan!
Por la gracia que Dios me concedió de un gran amor por la Iglesia y el Papa, medie entre las ciudades italianas en conflicto con el Papa Gregorio IX, logrando que regresara a Roma, y me nombraron “embajadora de la paz”.
En 1970 me declararon santa y Doctora de la Iglesia por mis escritos y enseñanzas.
Hoy soy patrona de Europa y copatrona de Italia y de Roma.
Recuerden, niños: ¡Dios les ha dado talentos especiales para hacer cosas maravillosas! ¡Descúbranlos y úsenlos con amor al servicio de la Iglesia y los demás!
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