Evangelio Del Día Lecturas de hoy 8 de febrero 2024

Lecturas de hoy 8 de febrero 2024

por LaFeCatolica

Quinta Semana del Tiempo Ordinario:
Lecturas de hoy 8 de febrero 2024.
Primera lectura de hoy del primer libro de los ‘Reyes 11, 4-13’.

Cuando el rey Salomón envejeció, sus esposas apartaron su corazón hacia otros dioses, y su corazón no estuvo completamente consagrado al Señor su Dios, como el corazón de su padre David. Salomón persiguió a Astarté, la diosa de los sidonios, y de Milcón, la abominación de los amonitas. Salomón hizo lo malo ante los ojos de Dios sin estar del lado de Dios al igual que su padre David.

En aquel tiempo Salomón edificó un altar en Camos, abominación de los moabitas, en el monte frente a Jerusalén, y otro en Milcón, abominación de los amonitas. Y lo mismo hizo con todas las mujeres extrañas que quemaban incienso y hacían sacrificios a sus dioses. Entonces el Señor se enojó con Salomón porque su corazón se había apartado del Señor, Dios de Israel, quien se le apareció dos veces y le impidió ir tras otros dioses. Pero no cumplió con lo que Dios le ordenó hacer.

Dios le dijo a Salomón: Porque haber comportado de esa manera conmigo y no guardas el pacto y los mandamientos que te di, y el reino te quitaré y se lo daré a uno de los que son tus siervos. No haré esto en todos tus días por amor a tu padre David. De las manos de tu hijo lo arrancare. No le quitaré todo el reino. Dejo una tribu a tu hijo, a mi siervo David, y a Jerusalén, la ciudad que yo he escogido.


Salmo responsorial de hoy 105, 3-4. 35-36. 37 y 40. Por amor a tu pueblo Señor acuérdate de mí.

Dichosos los que respetan el derecho
y practican siempre la justicia.
Por amor a tu pueblo acuérdate de mí,
visítame con tu salvación.
Por amor a tu pueblo Señor acuérdate de mí.
Emparentaron con los gentiles,
imitaron sus costumbres;
adoraron sus ídolos
y cayeron en sus lazos.
Por amor a tu pueblo Señor acuérdate de mí.
Inmolaron a los demonios sus hijas y sus hijos.
La cólera del Señor se prendió contra su pueblo,
y aborreció su heredad.


Evangelio de hoy:
Lectura del santo evangelio según san ‘Marcos 7, 24-30’.

En ese tiempo, Jesús fue a la región de Tiro. Entró a una casa tratando de pasar desapercibido, pero no pudo esconderse. Fue descubierto por una mujer cuya hija tenía un espíritu inmundo, así que corrió a buscarlo y se arrodilló a sus pies. Esta mujer era una pagana, una fenicia de Siria, y le pidió que expulsara al diablo de su hija.

El le conto: “Que los niños se sacien primero. No es correcto tomar el pan de los niños y luego echarlo a los perros. Pero ella respondió: “Maestro, hasta los perros debajo de la mesa se comen las migajas que tiran los niños”. El respondió Vete y anda, que, por eso que dijiste, de tu hija el demonio ha salido. Cuando llegó a casa, vio a la niña acostada en la cama; El diablo ha desaparecido.


Reflexión sobre el Evangelio según San Marcos 7, 24-30:

Este pasaje del Evangelio de San Marcos nos presenta una historia de fe y perseverancia. La mujer fenicia, a pesar de no ser judía, busca a Jesús para que libere a su hija de un espíritu impuro. Aunque inicialmente Jesús parece rechazar su petición, la mujer insiste, demostrando una fe inquebrantable.

La respuesta de Jesús puede parecer dura al principio: “Deja que se sacien primero los hijos. No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos”. Sin embargo, la mujer no se desanima y responde con humildad y sabiduría, reconociendo su lugar, pero también afirmando su fe en la misericordia de Jesús.

Esta historia nos enseña varias lecciones importantes. Primero, nos muestra que la fe no tiene fronteras. Aunque la mujer era pagana, su fe en Jesús era fuerte. Segundo, nos enseña sobre la perseverancia. A pesar del aparente rechazo inicial, la mujer no se rinde y sigue insistiendo. Finalmente, nos muestra la misericordia de Jesús, quien, conmovido por la fe y la humildad de la mujer, libera a su hija del espíritu impuro.

En resumen, este pasaje del Evangelio nos invita a tener una fe inquebrantable, a perseverar en nuestras peticiones y a confiar en la misericordia de Dios, independientemente de nuestras circunstancias o antecedentes.

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